Honestidad brutal

Casa robada.
Desde que nacemos somos sacados de un lugar muy confortable hacia el exterior, la vida.
Cuando somos pequeños nos sacan de nuestros aposentos para ir a un lugar adonde primero lloramos y después nos termina gustando… No sean mal pensados… Me refiero al jardín de infantes.
Así el humano vive adaptándose a las diferentes situaciones de la vida cotidiana.
Ya de más grandes decidimos cuando irnos de nuestras casas y si vivir en el mismo lugar de nacimiento, o plantamos raíces en otros lugares.
Es la mejor experiencia que uno puede tener como vida, ya que al tener a la familia lejos aprendemos a sobrevivir en la jungla de cemento y comenzamos a disfrutar la estadía.
Ahora se viene el momento de la honestidad brutal…
Imagínense que luego de unos años tranquila en su casa su madre la llama, y le dice “hija/o me mudo con vos”… Uno como no sabe decirle que no, cuando se aviva de decirle lo que siente, la madre ya está instalada en la casa…
Muchos me dirán: pero tenes alguien que te haga de comer, que te ayude a organizarte… Si claro, pero cuando uno tiene un compromiso y llega tarde a la casa “hija, ¿adonde estuviste?, se te hace tarde” y bla bla bla…
Con el tiempo los hijos se adaptan y bueno… son quienes nos dieron la vida ¿no?... Pero ahora se suma una nueva experiencia: La madre se pone de novia… ¡¡¡QUE BUENO!!! Ya se preocupará por otra persona… Pero lo imaginado no era lo que sucedería… L madre se preocupa para estar cada vez mejor, más joven y comienza a afanarle las “chicherías” de la hija… y bueno uno se adapta nuevamente, porque es la madre que nos parió…
Al final uno se siente como en una casa ajena, una casa robada por la propia familia.
Vasta por hoy de “honestidad brutal”, también hay cosas buenas que vive con su madre: Siempre hay alguien para hablar… y… ¿para pelear?... Los hermanos y también algo fundamental que uno viviendo solo se le olvida un poco: Volvemos a compartir.
Saludos, El espejo de una familia.